20140615

BILBAO, "Los bilbainos iluminan la Villa"

Bilbao, 15 de junio de 2014

Con motivo del 714 aniversario de la Fundación de la Villa, los bilbaínos y visitantes se echaron a la calle para disfrutar de la noche más luminosa del año en la Villa.
 
A la Villa de Bilbao sus 714 años la han vuelto más interesante que nunca. Si otras veces ha mostrado su lado más coqueto a lideres empresariales y delegaciones diplomáticas, ayer le tocaba a los vecinos y a los turistas disfrutar de su belleza y poner el foco en todos aquellos edificios emblemáticos cuya cotidianiedad les impide reparar en todo su esplendor y la villa quiso poner de relieve que ni siglos de hambrunas, asedios, guerras y hasta bombardeos han hecho mella en su figura. Los museos, que atesoran los secretos mejor guardados de la ciudad, abrieron sus puertas hasta bien entrada la madrugada, y una suerte de ensueño se apoderó de las calles cuando el arco iris descendió para apoyar sus pilares en la villa y vestir una veintena de edificios emblemáticos e iconos culturales. Como todo derroche es poco para celebrar el aniversario de la villa como se merece, la la Noche Blanca ofreció nada más y nada menos que 6 horas de fiesta, desde las 20.30 horas hasta las 2 de la mañana, y los hijos de la ciudad acudieron en masa a conmemorar la efeméride mientras el padre de la villa, Don Diego López de Haro, asistía impávido a la fiesta desde su balcón privilegiado de la Plaza Circular.
Con tanto reclamo, la noche, más llena de color que nunca, se quedó corta. Sin tiempo para asomarse por cada una de las sorpresas que la villa les tenía preparadas en tan señalada fecha, los visitantes escogieron a su antojo. La Catedral de Santiago, la Plaza Unamuno, la Iglesia de San Nicolás, el Puente del Arenal... hasta 20 emblemáticos edificios se bañaron, a la luz de la luna, con luces de fantasía. A las horas en las que tienen por costumbre echar la persiana, los museos invitaron a los bilbaínos a adentrarse en sus secretos. El sol de la Alhóndiga resplandeció más que nunca y el Palacio Foral, el mismo que acoge las intrigas que rigen los destinos del territorio, se convirtió en un gran jardín del Pintor Rafael Ruiz Balerdi. Pero si algo provocó la admiración de los invitados al cumpleaños de la ciudad fue la Plaza Moyua, de cuyo epicentro emanó una enorme columna de luz que se elevaba a 10 metros para fundirse con el negro de la noche.
Los vecinos tomaron el Museo de Bellas Artes, que proyectó, bajo la luz de la luna, las obras más significativas de la colección de arte de la villa. Bilbao hasta tuvo el detalle de deleitarse en otras culturas, más milenarias que la botxera, y rindió homenaje al arte japonés con sendas muestras en el interior de este museo.
Y hasta el Guggenheim, la joya más cosmopolita de la Villa, parecía más iluminada que nunca
 
La gran cúpula instalada en la Plaza de la Convivencia, en la “Bilbao Atea” ó Torres de Izozaki hizo las delicias del público, llenando de luz la entrada al Ensanche bilbaíno desde su Ria. Mientras el Ayuntamiento rendía homenaje el antiguo convento de San Agustín, testigo del paso de los barcos que surcaban la ría en su rumbo a alta mar, el Puente de La Salve se engalanaba con una batería de focos, creando una espectacular cortina de luz. Hasta los pilares del puente de Deusto quisieron disfrazarse de mar, conviertiéndose en dos piscinas gigantes.
 
 
De camino al corazón de la villa, el Teatro Arriaga resaltaba los entresijos de su fachada barroca con una iluminación creada expresamente para la ocasión por el artista Francés Patrice Warrener. La ría no quiso ser menos; una instalación artística de la compañía inglesa Aether & Hemera compuesta por 250 barquitos de papel convirtieron la lámina de agua en un desfile multicolor. La ciudad también fue el escenario de singulares espectáculos. En su eterno idilio con la ría, el Museo Martítimo se convirtió en el escenario de Olatu Zuria. Como no pudo ser de otra forma, dulces voces se alzaron en la noche para conmemorar tan señalada fecha. El pórtico de la Catedral de Santiago abrió su claustro de par en par u acogió varios conciertos. La actriz Ángela Molina recitó poemas de García Lorca en el Museo vasco, al son de la guitarra y la percusión, descubriendo el Romancero Gitano. Txalaparta, en la Universidad de Deusto, honró a Don Diego a lo largo de toda la noche con poesía, música, coreografías y danzas. La singular gaupasa se prolongó hasta las dos de la mañana, cuando la ciudad se replegó hasta la siguiente Noche Blanca, cuando la ciudad volverá a cumplir años en compañía de sus vecinos.
 
 
Por mi parte quiero resaltar la que en principio parecía de las más sencillas instalaciones, la de la Pasarela Zubizuri, que fue el más bilbaino de los elementos y lo digo por que es el que más llego al corazón de los Bilbainos, sin duda por los colores elegidos "Gorri eta Zuria" "Roji Blanco" fueron los colores más fotografiados de la noche.
 


 
Además preciosa resulto la instalación sobre el Palacio del Puerto Autónomo en el Campo de Volantín.
 

 
Y supongo que a Iberdrola no le saldría cara la noche....
 
 
 
 
           © de los textos Eva Molano "El Correo"
           © de las fotos Manu de Alba
 
 
 

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